Los cánticos dulces de las ánimas
y el dorado sol a mis espaldas,
se posaron en el lugar de mi esperanza.
Y yo siempre soñaré contigo,
mientras dure el destierro de tu olvido,
como el más cruel de los castigos.
Aún mis ojos encierran lágrimas,
que se disipan en el aire matutino,
pero que no acortan la distancia.
Si después de esta pena ya no vivo,
si no regreso a tus manos cálidas,
soñaré contigo en mi último respiro.
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